Per questo post si ringrazia Alfredo Viloria consigliere ambasciata Bolivariana del Venezuela
Mandela y Israel
por Thierry
Meyssan
Ante
el fallecimiento de Mandela, los occidentales están emitiendo
más expresiones de tristeza que los propios africanos. Su
ruidoso duelo es una forma de tratar de compensar hoy la
práctica de la ideología colonial que tanto han defendido y los
crímenes a los que dio lugar. Pero resulta incomprensible que en
medio de esa gran ola de homenajes nadie mencione el hecho que aún
subsiste en nuestros días un Estado racista, históricamente basado
–al igual que la Sudáfrica del apartheid– en la visión del
mundo de Cecil Rhodes, el teórico del «imperialismo
germánico». El ejemplo de Mandela sigue siendo válido
y todavía existe lugar para continuar su lucha.
Red
Voltaire | 9 de diciembre de 2013
La
obra de Nelson Mandela se celebra en todo el mundo, en ocasión
de su deceso. Pero, ¿de qué sirve su ejemplo si aceptamos hoy
que se mantenga en un Estado –Israel– la ideología racial
que Mandela logró derrotar en Sudáfrica?
El
sionismo no es un fruto del judaísmo, que durante mucho tiempo se
opuso a esa ideología. El sionismo es un proyecto imperialista
nacido de la ideología puritana británica. En el siglo XVII, Lord
Cromwell derrocó la monarquía inglesa y proclamó la República.
Instauró una sociedad igualitaria y quiso extender al máximo
el poderío de su país. Para lograrlo esperaba establecer una
alianza con la diáspora judía, que se convertiría entonces en la
vanguardia del imperialismo británico. Con ese objetivo autorizó el
regreso de los judíos a Inglaterra, de donde habían sido expulsados
hacía 400 años, y anunció su intención de crear un Estado judío,
Israel. Pero murió sin haber logrado que los judíos se unieran a su
proyecto.
El
Imperio británico nunca dejó desde entonces de cortejar a la
diáspora judía proponiéndole la creación de un Estado judío. Así
lo hizo Benjamin Disraeli, primer ministro de la reina Victoria, en
ocasión de la conferencia de Berlín, en 1884. Las cosas cambiaron
con el teórico del imperialismo británico, el «muy honorable»
Cecil Rhodes –fundador de la De Beers Mining Company [que llegó a
controlar el 90% de las ventas de diamante a nivel mundial] y de
Rhodesia–, quien finalmente encontró en Theodor Herzl el cabildero
que necesitaba. Cecil Rhodes y Theodor Herzl intercambiaron
una abundante correspondencia, cuya publicación fue prohibida por
orden de la Corona británica al cumplirse el centenario de la muerte
de Rhodes. Para ellos, el mundo tenía que hallarse bajo el dominio
de la «raza germánica» –o sea, también según ellos,
además de los alemanes, los británicos, incluyendo a los
irlandeses, los estadounidenses y canadienses, los australianos
y neozelandeses y los sudafricanos– y esa raza tenía que extender
su imperio conquistando nuevas tierras con ayuda de los judíos.
Theodor
Herzl no sólo logró convencer a la diáspora de unirse a ese
proyecto sino que invirtió la opinión de su comunidad mediante
la manipulación de sus mitos bíblicos. El Estado judío no
estaría en una tierra virgen, en Uganda o en Argentina, sino en
Palestina y con Jerusalén como capital. De manera que el actual
Estado de Israel es al mismo tiempo hijo del imperialismo y del
judaísmo.
Desde
el momento mismo de su proclamación unilateral, Israel se vuelve
hacia Sudáfrica y Rhodesia, los dos únicos Estados que se
identifican –como el propio Israel– con el colonialismo de
Rhodes. Poco importa que los afrikaneers hayan sido partidarios del
nazismo, lo importante es que tienen la misma visión del mundo
que los sionistas. Aunque no fue hasta 1976 que el primer ministro
John Vorster hizo su viaje oficial a la Palestina ocupada, ya en
1953 la Asamblea General de la ONU condenaba «la alianza
entre el racismo sudafricano y el sionismo». Ambos
Estados mantuvieron una estrecha colaboración, tanto en materia de
manipulación de los medios de difusión occidentales como en el uso
del transporte como medio de evadir los embargos, y también con
vista a la obtención de la bomba atómica.
El
ejemplo de Nelson Mandela demuestra que es posible liberarse de ese
tipo de ideología y alcanzar la paz civil. Israel es hoy
en día el único heredero mundial del imperialismo según la versión
de Cecil Rhodes. Para alcanzar la paz civil, israelíes y palestinos
tendrán que encontrar su propio De Klerk y también
su Mandela.
Mandela e Israele
di
Thierry Meyssan
Gli
occidentali piangono la morte di Nelson Mandela con più tristezza di
quanta ne manifestino gli Africani. Questo lutto è un modo di
liquidare l’ideologia coloniale e i crimini che sono stati commessi
in suo nome. Ma è incomprensibile che questo torrente di omaggi
finisca per trascurare la persistenza di uno stato razzista, fondato
storicamente come il Sud Africa, secondo la visione del mondo di
Cecil Rhodes, il teorico dell’«imperialismo germanico». L’esempio
di Mandela resta da seguire.
L’opera
di Nelson Mandela si celebra ovunque nel mondo in occasione della sua
morte. Ma a cosa serve il suo esempio se accettiamo che possa
perdurare in uno Stato – Israele - l’ideologia razziale che lui
aveva sconfitto in Sud Africa?
Il
sionismo non è un frutto del giudaismo, che anzi gli fu a lungo
ferocemente contrario. È semmai un progetto imperialista nato in
seno all’ideologia puritana britannica. Nel XVII secolo, Lord
Cromwell rovesciò la monarchia inglese e proclamò la Repubblica.
Instaurò una società egualitaria e intese ampliare quanto più
possibile la potenza del suo paese. Per questo, sperava di stringere
un’alleanza con la diaspora ebraica che sarebbe diventata
l’avanguardia dell’imperialismo britannico. Autorizzò quindi il
ritorno degli ebrei in Inghilterra, da cui erano stati cacciati
quattrocento anni prima, e annunciò che avrebbe creato uno stato
ebraico, Israele. Tuttavia, morì senza essere riuscito a convincere
gli ebrei a partecipare al progetto.
L’impero
britannico da allora non ha smesso di sollecitare la diaspora ebraica
e di proporre la creazione di uno stato ebraico, come fece Benjamin
Disraeli, primo ministro della regina Vittoria alla Conferenza di
Berlino (1884). Le cose cambiarono con il teorico dell’imperialismo
britannico, il «molto onorevole» Cecil Rhodes – il fondatore dei
diamanti De Beers e della Rhodesia - che trovò in Theodor Herzl il
lobbista di cui aveva bisogno. I due uomini si scambiarono una fitta
corrispondenza la cui riproduzione fu vietata dalla Corona in
occasione del centenario della morte di Rhodes. Il mondo doveva
essere dominato dalla «razza germanica» (ossia secondo loro gli
inglesi, irlandesi inclusi, gli statunitensi e canadesi, gli
australiani e neozelandesi e i sudafricani), che dovevano estendere
il loro impero conquistando nuove terre con l’aiuto degli ebrei.
Theodor
Herzl non solo era riuscito a convincere la diaspora a partecipare a
questo progetto, ma rovesciò il parere della sua comunità
utilizzando i suoi miti biblici. Lo Stato ebraico non sarebbe stato
una terra vergine in Uganda o in Argentina, ma in Palestina, con
Gerusalemme come sua capitale. Ne deriva che l’attuale Stato di
Israele sia il figlio tanto dell’imperialismo quanto dell’ebraismo.
Israele,
fin dalla sua proclamazione unilaterale, si è rivolto verso il Sud
Africa e la Rhodesia, gli unici Stati assieme ad esso che
manifestavano il colonialismo di Rhodes.
Poco
importa da questo punto di vista che gli Afrikaneers avessero
sostenuto il nazismo, perché si erano nutriti con la stessa visione
del mondo. Benché il primo ministro John Vorster fece viaggi
ufficiali nella Palestina occupata solo nel 1976, già nel 1953
l’Assemblea Generale delle Nazioni Unite aveva condannato
«l’alleanza tra il razzismo sudafricano e il sionismo». I due
Stati lavorarono con una collaborazione stretta tanto in materia di
manipolazione dei media occidentali, quanto nei trasporti per
aggirare l’embargo, o ancora per sviluppare la bomba atomica.
L’esempio
di Nelson Mandela dimostra che è possibile superare questa ideologia
e ottenere la pace civile. Oggi Israele è l’unico erede al mondo
dell’imperialismo alla maniera di Cecil Rhodes. La pace civile
presuppone che israeliani e palestinesi trovino il loro De Klerk e il
loro Mandela.
A
11 de Abril de 1975, em Jerusalém na residência do
Primeiro-ministro. Da esquerda à direita: Eschel Rhoodie (director
sul-africano da Propaganda), Yitzhak Rabin (Primeiro-ministro
israelita), Henrik van den Bergh (director dos serviços secretos
sul-africanos) e Shimon Peres (ministro israelita da Defesa).
Le
11 avril 1975, à Jérusalem dans la résidence du Premier ministre.
De gauche à droite : Eschel Rhoodie (directeur sud-africain de
la Propagande), Yitzhak Rabin (Premier ministre israélien), Henrik
van den Bergh (directeur des services secrets sud-africains) et
Shimon Peres (ministre israélien de la Défense).
Immagine di testa tratta da internet inserita da autori blog corrente
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