giovedì 23 maggio 2013

La difícil construción del socialismo en Venezuela / La difficile costruzione del Socialismo in Venezuela



La difícil construción del socialismo en Venezuela

Juan Carlos Monedero
El escenario presentado por la oposición al chavismo durante la breve campaña ha tenido tintes apocalípticos: catorce años de Gobierno (con casi dos generaciones que sólo han conocido gobiernos chavistas), la muerte del carismático líder y su sustitución por alguien que no es Chávez (algo, por otro lado, evidente), apagones eléctricos y problemas de abastecimiento (cierto que provocados por sabotajes, aunque esto no lo decían), una delincuencia en niveles muy altos, subidas de precios (donde hay mucha responsabilidad de acaparadores y especuladores, cosa que tampoco se enuncia), corrupción en la administración... Y, sin embargo, Nicolás Maduro ha ganado las elecciones. Con un resultado al que no estaba acostumbrado el chavismo (siempre sacando dos dígitos a sus adversarios), pero que no está lejos del de otros presidentes (Calderón, Bush). Maduro ha ganado las elecciones y la oposición, como ha venido siendo la norma desde 1998, desconoce el resultado. La derecha siempre piensa que el poder le pertenece.
La derecha siempre piensa que el poder le pertenece
Para entender la victoria de Nicolás Maduro haría falta dejar de lado la agotada ciencia política y leer un poco de literatura (por ejemplo, Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier). Se vería así que los ritmos del mar, de los ríos infinitos y de la tierra no son los de las fábricas y las autopistas. Ayudaría también entender la lógica de las telenovelas —donde se reinventa constantemente el mito de la Cenicienta, ahora con jueces y herencias de por medio— o el porqué de la necesidad popular de santos cotidianos, esos que dan fuerza a los que se levantan a las cuatro de la madrugada para ir a un trabajo donde se demorarán toda la jornada y recibirán un salario que no alcanza para ir a Disneyworld. Ayudaría también entender la humillación acumulada del pueblo frente a los mantuanos y los extranjeros y la dignidad recuperada gracias a alguien que era de los suyos (piensen en Los santos inocentes de Miguel Delibes, multiplíquenlo por diez, metan el racismo histórico hacia los negros y los indios, y aderécenlo con penetración imperial norteamericana; entonces se aproximarán a lo que ha sido la historia de América Latina durante dos siglos). En una asamblea comunal, una mujer venezolana le dice a otra: "¡Chica, es que hablas como Chávez!". Y ella le contesta: "No. Es que Chávez habla como nosotros". No hay niños desnutridos en las calles de Venezuela y en las escuelas se entregan libros y ordenadores. El último año se repartieron 200.000 viviendas. Además, a los venezolanos ya no les da vergüenza ser venezolanos. En el editorial de un periódico global y desubicado se decía: el populista Chávez se gasta el dinero del petróleo en educación, en sanidad, en pensiones, en vivienda social. Claro, así cualquiera gana elecciones.
Raúl Arboleda / AFP
¿Por qué la izquierda avanza en América Latina y se despeña en Europa? Pudiera ser porque Europa insiste en despreciar lo que ignora. De nada sirve toda la escuela de Frankfurt advirtiendo frente a la torpeza moderna a la hora de usar la racionalidad de otra manera que no fuera mera instrumentalidad —vaya, que no fuera como Terminator—. Tampoco le ha servido al bueno de Baumann su apuesta por lo líquido y su advertencia de que hay una línea casi recta entre el pensamiento de la Modernidad y los crematorios de Auschwitz. Europa sigue cometiendo "epistemicidios", haciendo del pensamiento lineal un camino a ninguna parte, midiendo el mundo con la vara arbitraria de su saber eurocéntrico.
Capriles ha sacado un buen resultado no por méritos propios, sino por los errores del chavismo
La Venezuela bolivariana sigue pareciéndole a lo discípulos de las brumas filosóficas demasiado frívola. ¿Un Presidente que canta? ¿Un líder que se ríe con su pueblo? ¿Un dirigente que se la pasa manchado de barro y con los sectores más humildes? Y por si fuera poco ¡ahora un Presidente conductor de autobús! Si entendieran la emocionalidad de este proceso, sabrían que no se puede derrotar al sueño de los pobres con un burguesito que ayer decía que iba a echar a los médicos cubanos y hoy promete darles la nacionalidad, que ayer quería encarcelar o inhabilitar a Chávez y hoy se declara su más ferviente discípulo, que ayer insultaba a las misiones y hoy dice que las va a potenciar. Y lo dice rodeado de personas de plástico —como cantaba Rubén Blades— a las que se les nota a la legua que les molesta todo lo que sepa, huela o se vea como pueblo. Claro que Capriles ha sacado un buen resultado. Pero no por méritos propios, sino por acumulación de los errores del chavismo.
Nicolás Maduro, un conductor de autobús que ha hecho su grado y su posgrado en la política (cuidado con los elitistas: ¿cuántos licenciados y doctores no han arruinado países?), tiene la experiencia suficiente como para continuar el proceso e, incluso, superar los cuellos de botella en los que se ha detenido. Como sindicalista, como diputado, como Presidente de la Asamblea, como Canciller, como Vicepresidente. Si Chávez lo escogió entre un gran abanico de posibilidades no fue por capricho. El Presidente fallecido tardó demasiado en pensar en su sucesión. Pero cuando la enfermedad le puso en la urgente tesitura de hacerlo, la formación de Maduro ya era un hecho. En su intervención el día de las elecciones desde su colegio electoral,
Maduro demostró que ya estaba preparado. Los tics de emulación de su maestro quedaron atrás. Apareció, de pronto, él mismo. Algo tarde, pero un Maduro completo ya estaba ahí. Sus gestos, su discurso, su temperamento, su tranquilidad. Él, como la mayoría del pueblo, "le ha cumplido a Chávez". Ahora ya puede continuar solo. El gran reto de suplir a un Presidente "gigante" -es lo que ha sido Chávez, pese a los errores y todo lo pendiente- lo ha sabido hacer con bien. No parecer que se renunciaba a su legado; no parecer un simple clon del Comandante. Y el pueblo de Venezuela ha sido claro: acompañábamos a Chávez, pero también acompañábamos un proyecto. Cierto que la oposición ha sacado su mejor resultado. Pero Maduro ha sacado 300.000 votos más.
Edwin Montilva / REUTERS
Los retos de Maduro son grandes. Cuando en el mitin de cierre de campaña se hizo acompañar de todo su tren ministerial estaba lanzando un primer mensaje claro: somos un equipo. El carisma de Chávez va a ser sustituido por política. El segundo mensaje no era menos contundente: desde el día después de las elecciones, Maduro va a recorrer el país durante dos semanas, escuchando al pueblo, sus quejas, sus necesidades, sus deseos de colaboración. Casi el 50% de los electores no ha entendido la propuesta de Maduro. Corresponde, pues, explicarla. Y, al tiempo, construyendo los nuevos acuerdos que permiten gobernar un país.
Maduro heredó de Chávez su señalamiento como la persona encargada de continuar la revolución bolivariana, pero con ese legado no venía incluido el acuerdo que trenzó Chávez en estos catorce años. Le corresponde al nuevo equipo de Gobierno construir el nuevo bloque y lograr hegemonía gracias a la incorporación de grupos, sensibilidades, profesiones, partidos, ámbitos geográficos, etc. Es aquí donde existe más riesgo de fractura en cualquier proceso de cambio, de manera que la voluntad demostrada de hilar todos estos asuntos indica sensibilidad política y buen tino. El tercer mensaje es igualmente contundente: ningún acuerdo con la "burguesía" (es decir, con quienes apuesten por aprovecharse del trabajo de los demás) ni con el imperio (los vecinos del norte, siempre conspirando para desestabilizar a los desobedientes, pero también las empresas transnacionales, que creen que cualquier territorio es un mercado y les pertenece). En cuanto al programa, Maduro sabe, como miembro de diferentes Gobiernos de Chávez, que hay tres problemas urgentes: la inseguridad, la corrupción y la ineficiencia. Tres problemas estructurales, históricos, de muy difícil solución pero donde el proceso se juega su credibilidad popular una vez que todos los demás logros pronto se verán ya como derechos adquiridos. La crisis económica mundial terminará llegando a América Latina, y en ese escenario es esencial que el entendimiento entre el pueblo y el gobierno sea total. Para ello, la transparencia y la probidad del comportamiento gubernamental son condición sine qua non.
Todo esto sólo se podrá lograr con la participación popular y con una apertura inmensa a la crítica y a la autocrítica. La desaparición física de una figura tan presente como la de Chávez, abre mucho espacio para muchas cosas. En un mundo sin modelos, la frase de Simón Rodríguez "inventamos o erramos" sigue siendo radicalmente válida. El vivencialismo o experimentalismo es más relevante que la repetición de modelos que han demostrado su invalidez. Por eso, el proceso bolivariano necesita tener mucha cintura para escuchar todos los mensajes que le vengan desde todos los ángulos afines al proceso. De la misma manera que tiene que aprender a compartir desde el Estado cuotas de poder que deberán ser entregadas al poder comunal. De lo contrario, el Estado se irá burocratizando cada vez más, y la crítica quedará en manos de los enemigos del proceso. En ambos casos, la consecuencia será la imposibilidad de construir una nueva hegemonía.
Venezuela ha tenido éxito, a diferencia de lo que ha sido la norma en la izquierda latinoamericana, por cinco razones. La transformación ha venido acompañada de redistribución de la renta (posibilitada por el alto precio del petróleo y la voluntad de repartirlo), ha sido democrática, tanto en términos electorales como de democracia participativa, ha venido en forma de ola regional, ha gozado de las posibilidades que brindan las nuevas formas de comunicación y no ha generado un rechazo extremo como ocurrió con el comunismo en los años 20 y 30. Pero al ser una "revolución" electoral, siempre se la juega en el último embate. Este último quizá haya sido el más difícil, al estar marcado por la ausencia del fundador de la V República. También ha sido superado. Europa seguirá, en cualquier caso, criticando a Venezuela. Algo siempre más socorrido que ver las miserias propias.

 La difficile costruzione del Socialismo in Venezuela
   
di Juan Carlos Monedero
Lo scenario presentato dall’opposizione al chavismo durante la breve campagna elettorale ha raggiunto apici apocalittici: quattordici anni di Governo (con quasi due generazioni che hanno conosciuto governi chavisti), la morte del carismatico leader e la sostituzione con qualcuno che non è  Chávez (cosa d’altronde evidente), blackout elettrici e problemi di somministrazione alimentare (provocati dai sabotaggi, anche se non lo dicono), una delinquenza che ha raggiunto livelli molto alti, innalzamento dei prezzi (dove le responsabilità degli accaparratori e speculatori sono evidenti, altra aspetto che non si evidenzia), corruzione nell’amministrazione… E, senza alcun dubbio, Nicolás Maduro ha vinto le elezioni. con un risultato al quale il chavismo non è certo abituato (ottenendo sempre un vantaggio di una ventina di punti), che però non è lontano da quello ottenuto da altri presidenti (Calderón, Bush). Maduro ha vinto le elezioni e l’opposizione, como è stato di norma dal 1998, non riconosce il risultato. La destra pensa sempre che il potere le appartiene.
Per comprendere la vittoria di Nicolás Maduro è necessario
lasciare da parte le consunta scienza politica e darsi invece alla letteratura (per esempio, Los pasos perdidos, di Alejo Carpentier). Ci si renderebbe conto in questo modo, che i ritmi del mare, dei fiumi infiniti e della terra non sono quelli delle fabbriche e delle autostrade. Sarebbe di aiuto inoltre, comprendere la logica delle telenovelas — nelle quali si reinventa costantemente il mito della Cenerentola, adesso con giudici ed eredità in mezzo — o anche il perché della necessità popolare dei santi quotidiani, quelli che danno la forza a coloro che si alzano alle quattro del mattino per andare al lavoro, un lavoro che li impegnerà tutta la giornata e per il quale riceveranno un salario che sarà sufficiente per andare a Disneyworld. Aiuterebbe altresì, comprendere l’umiliazione accumulata del popolo di fronte ai mantuanos e agli stranieri e la dignità recuperata grazie a qualcuno che era dei loro (pensate ai Santi innocenti di Miguel Delibes, moltiplicatelo per dieci, aggiungeteci il razzismo storico verso i neri e gli indios, conditelo con la penetrazione imperiale nordamericana; vi avvicinerete quindi a ciò che è stata la storia dell’America Latina negli ultimi secoli). In una assemblea comunale una donna venezuelana dice ad un’altra: “¡Chica, parli come Chávez!”, e lei le risponde: “No. In verità è che Chávez parla come parliamo noi”. Non ci sono bambini denutriti nelle strade del Venezuela e nelle scuole si affidano loro libri e computers portatili. Nell’ultimo anno sono state consegnati 200.ooo alloggi. Inoltre, i Venezuelani, non hanno più vergogna di essere venezuelani. Nell’editoriale di un periodico globale e disorientato di affermava: il populista Chávez spende il denaro del petrolio in educazione, per la sanità, in pensioni, in case popolari. Ovvio, chiunque vincerebbe in questo modo le elezioni.

Perché la sinistra avanza il America latina mentre in Europa precipita? Potrebbe essere che in Europa continua a disprezzare ciò che non conosce. A nulla serve la scuola di Francoforte che mette in guardia di fronte all’orrore moderno nel momento in cui usa la razionalità in maniera totalmente strumentale — nemmeno fosse Terminator—. Non le è servito neppure il buono che c’è in Bauman  ed il suo scommettere sul liquido, sul suo ammonimento sul fatto che esiste una linea quasi retta tra il pensiero della Modernità ed i forni crematori di Auschwitz. L’Europa continua a commettere “epistemicidi”, facendo del pensiero lineare una strada che non porta da nessuna parte, misurando il mondo con il suo eurocentrico bastone di comando.
Il Venezuela bolivariano continua a darle l’impressione dei discepoli delle dottrine filosofiche troppo frivole. Un presidente che canta? Un leader che ride con il suo popolo? Un dirigente che spende il suo tempo sporcandosi di fango nelle zone più umili? E come se non fosse abbastanza adesso anche un Presidente conducente di autobus! Se intendessero l’emotività di questo processo, capirebbero che non si può  sconfiggere il sogno dei poveri con un piccolo borghese che solo ieri diceva che avrebbe cacciato i medici cubani ed oggi promette di dare loro la cittadinanza, che ieri voleva mettere in carcere o rendere ineleggibile Chávez ed oggi si dichiara un suo fervente discepolo, che ieri insultava le missioni sociali ed oggi dice che vuole potenziarle. E lo dice circondandosi di gente di plastica —  come cantava Rubén Blades— per la quale è evidente il fastidio che mostrano per tutto ciò che ha a che vedere con il  popolo. Risulta chiaro che Capriles ha ottenuto un buon risultato. Ma non certo per proprio merito, piuttosto per la somma degli errori del chavismo.
Nicolás Maduro, un conducente di autobus che
ha conseguito la sua laurea ed il suo dottorato in politica (attenzione con le concezioni elitarie: quanti laureati e dottori sono responsabili di aver rovinato interi paesi?), ha acquisito l’esperienza sufficiente per portare avanti il processo rivoluzionario, non solo, ma anche per superare i colli di bottiglia nei quali si è bloccato. Come sindacalista, como deputato, como Presidente della Assemblea, como ministro degli Esteri, como Vicepresidente. Se Chávez lo ha scelto in mezzo ad un ampio ventaglio di possibilità non è stato certo per un capriccio. Il Presidente caduto ha ritardato troppo prima di cominciare a pensare a quale sarebbe stato lo scenario dopo di lui. Ma quando la malattia l’ha messo di fronte all’urgenza e alla necessità di farlo, la formazione di Maduro era già un dato di fatto. Nel suo intervento nel giorno delle elezioni dal suo collegio elettorale, Maduro ha dimostrato che era pronto. I tic dell’emulazione del suo maestro sono stati superati. Al momento opportuno si è presentato per quello che lui stesso è. Forse con ritardo, ma un Maduro completo alla fine stava lì. I suoi gesti, il suo discorso, il suo temperamento, la sua tranquillità. Lui, come la maggioranza del popolo, “ha portato a termine l’impegno preso con Chávez”. Adesso possono continuare autonomamente. La grande sfida di avvicendarsi ad un Presidente “gigante” – ci che è stato Chávez, nonostante gli errori e tutto il resto – lo ha saputo fare per bene. Senza rinunciare al suo lascito; senza apparire un semplice clone del Comandante. Ed il popolo del Venezuela è stato chiaro: accompagniamo Chávez, ma accompagniamo anche un progetto. Non si può dubitare che l’opposizione ha ottenuto il suo migliore risultato. Maduro ha ottenuto però 300.000 voti in più.
Le sfide di Maduro sono grandi. quando nell’incontro di chiusura della campagna si è fatto accompagnare da tutto il collegio ministeriale ha lanciato un primo messaggio: siamo un gruppo. il carisma di Chávez sarà sostituito con la politica. Il secondo messaggio non era meno contundente: dal giorno successivo alle elezioni, Maduro comincia il giro del paese per due settimane, ascoltando il pueblo, le sue rimostranze, le sue necessità, i suo desideri di collaborazione. Quasi il 50% degli elettori non ha compreso la proposta di Maduro. Quindi è necessario spiegarla. E, contemporaneamente, costruendo i nuovi accordi che permettano di governare il paese.
Maduro ha ereditato da Chávez la sua indicazione como la persona incaricata di  continuare la Rivoluzione bolivariana, però con questa eredità non è incluso  l’accordo che ha intrecciato Chávez in questi 14 anni. Obbiettivo del nuovo gruppo di governo è costruire il nuovo blocco e conquistare l’egemonia grazie all’inclusione di gruppi, sensibilità, professioni, partiti, ambiti geografici, ecc. Qui è dove esiste il rischio maggiore di rottura in qualsiasi processo di cambiamento, in maniera tale che la volontà dimostrata di connettere tutte queste questioni indica sensibilità politica e buona accortezza. Il terzo messaggio è ugualmente importante: nessun compromesso con la “borghesia” (cioè con coloro che scommettono per approfittarsi dle lavoro degli altri) né con l’impero (i vicine del nord cospirano sempre  per destabilizzare chi  disobbedisce, ma anche le imprese transazionali,che credono che qualsiasi territorio gli appartenga e che sia un loro mercato). Per quanto riguarda il programma, Maduro sa, in quanto membro di diversi Governi di Chávez, che ci sono tre problemi urgenti: l’insicurezza, la corruzione e la inefficienza. tre problemi strutturali, storici, di difficile soluzione ma dove il processo si gioca la sua credibilità popolare una volta che tutte le altre conquiste saranno percepiti presto come diritti acquisiti. La crisi economica mondiale avrà le sue ripercussioni anche in America Latina, e in questo scenario è essenziale che l’intesa tra il popolo ed il governo sia totale. Per questo, la trasparenza e il comportamento probo del governo sono condizioni sine qua non.
Tutto ciò si può solo conquistare con la partecipazione popolare ed una immensa apertura alla critica e all’autocritica. La scomparse fisica di una figura tanto presente come quella di Chávez, apre moti spazi per molte cose. In un mondo senza modelli, la frase di Simón Rodríguez “inventiamo o sbagliamo”continua ad essere radicalmente valida. Il vivere e l’esperire sono sempre più importanti che la pedissequa ripetizione di modelli che hanno dimostrato la propria inadeguatezza. Perciò, il processo bolivariano ha bisogno di averemo molta corda per ascoltare tutti i messaggi che provengono da tutti gli angoli affini al processo. Allo stesso modo è necessario imparare a condividere, da parte dello Stato, quote di potere che dovranno essere concesse al poder comunal. In caso contrario, lo Stato si burocratizzerà sempre di più, e la critica sarà un arma consegnata nelle mani dei nemici del processo. In tal caso, la conseguenza sarà l’impossibilità di costruire una nuova egemonia.
Il Venezuela ha avuto successo, a differenza di quella che è stata la norma della sinistra latinoamericana, per cinque ragioni. La trasformazione è stata accompagnata dalla redistribuzione della rendita (grazie all’alto prezzo del petrolio e la volontà di condividerlo), è stata democratica, tanto nei termini elettorali, come per la democrazia partecipativa, si è sviluppata come un’onda regionale, ha goduto delle possibilità offerte dalle nuove forme di comunicazione e non ha generato un rifiuto estremo come è accaduto con il comunismo negli anni 20 e 30. Ma, essendo una “rivoluzione” elettorale, se la gioca sempre nell’ultimo incontro. Quest’ultimo, forse, è stato ilo più difficile, essendo segnato dall’assenza del fondatore della V Repubblica. Anche se è stato superato. In qualsiasi caso l’Europa continuerà a criticare il Venezuela. Che è sempre qualcosa di più comodo che guardare alle proprie miserie.

Publicato originalmente in Público.es
[trad. dal castigliano di Ciro Brescia]

albainformazione.wordpress.com/2013/05/22/la-difficile-costruzione-del-socialismo-in-venezuela/

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