La
difícil construción del socialismo en Venezuela
Juan
Carlos Monedero
El
escenario presentado por la oposición al chavismo durante la breve
campaña ha tenido tintes apocalípticos: catorce años de Gobierno
(con casi dos generaciones que sólo han conocido gobiernos
chavistas), la muerte del carismático líder y su sustitución por
alguien que no es Chávez
(algo, por otro lado, evidente), apagones eléctricos y problemas de
abastecimiento (cierto que provocados por sabotajes, aunque esto no
lo decían), una delincuencia en niveles muy altos, subidas de
precios (donde hay mucha responsabilidad de acaparadores y
especuladores, cosa que tampoco se enuncia), corrupción en la
administración... Y, sin embargo, Nicolás
Maduro
ha ganado las elecciones. Con un resultado al que no estaba
acostumbrado el chavismo (siempre sacando dos dígitos a sus
adversarios), pero que no está lejos del de otros presidentes
(Calderón, Bush). Maduro
ha ganado las elecciones
y la oposición, como ha venido siendo la norma desde 1998, desconoce
el resultado. La derecha siempre piensa que el poder le pertenece.
La
derecha siempre piensa que el poder le pertenece
Para
entender la victoria de Nicolás Maduro haría falta dejar de lado la
agotada ciencia política y leer un poco de literatura (por ejemplo,
Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier). Se vería así que los
ritmos del mar, de los ríos infinitos y de la tierra no son los de
las fábricas y las autopistas. Ayudaría también entender la lógica
de las telenovelas —donde se reinventa constantemente el mito de la
Cenicienta, ahora con jueces y herencias de por medio— o el porqué
de la necesidad popular de santos cotidianos, esos que dan fuerza a
los que se levantan a las cuatro de la madrugada para ir a un trabajo
donde se demorarán toda la jornada y recibirán un salario que no
alcanza para ir a Disneyworld. Ayudaría también entender la
humillación acumulada del pueblo frente a los mantuanos y los
extranjeros y la dignidad recuperada gracias a alguien que era de los
suyos (piensen en Los
santos inocentes
de Miguel Delibes, multiplíquenlo por diez, metan el racismo
histórico hacia los negros y los indios, y aderécenlo con
penetración imperial norteamericana; entonces se aproximarán a lo
que ha sido la historia de América Latina durante dos siglos). En
una asamblea comunal, una mujer venezolana le dice a otra: "¡Chica,
es que hablas como Chávez!". Y ella le contesta: "No. Es
que Chávez habla como nosotros". No hay niños desnutridos en
las calles de Venezuela y en las escuelas se entregan libros y
ordenadores. El último año se repartieron 200.000 viviendas.
Además, a los venezolanos ya no les da vergüenza ser venezolanos.
En el editorial de un periódico global y desubicado se decía: el
populista Chávez se gasta el dinero del petróleo en educación, en
sanidad, en pensiones, en vivienda social. Claro, así cualquiera
gana elecciones.
Raúl Arboleda / AFP
¿Por
qué la izquierda avanza en América Latina
y se despeña en Europa? Pudiera ser porque Europa insiste en
despreciar lo que ignora. De nada sirve toda la escuela de Frankfurt
advirtiendo frente a la torpeza moderna a la hora de usar la
racionalidad de otra manera que no fuera mera instrumentalidad —vaya,
que no fuera como Terminator—.
Tampoco le ha servido al bueno de Baumann su apuesta por lo líquido
y su advertencia de que hay una línea casi recta entre el
pensamiento de la Modernidad y los crematorios de Auschwitz. Europa
sigue cometiendo "epistemicidios",
haciendo del pensamiento lineal un camino a ninguna parte, midiendo
el mundo con la vara arbitraria de su saber eurocéntrico.
Capriles
ha sacado un buen resultado no por méritos propios, sino por los
errores del chavismo
La
Venezuela bolivariana sigue pareciéndole a lo discípulos de las
brumas filosóficas demasiado frívola. ¿Un Presidente que canta?
¿Un líder que se ríe con su pueblo? ¿Un dirigente que se la pasa
manchado de barro y con los sectores más humildes? Y por si fuera
poco ¡ahora un Presidente conductor de autobús! Si entendieran la
emocionalidad de este proceso, sabrían que no se puede derrotar al
sueño de los pobres con un burguesito que ayer decía que iba a
echar a los médicos cubanos y hoy promete darles la nacionalidad,
que ayer quería encarcelar o inhabilitar a Chávez y hoy se declara
su más ferviente discípulo, que ayer insultaba a las misiones y hoy
dice que las va a potenciar. Y lo dice rodeado de personas de
plástico —como cantaba Rubén Blades— a las que se les nota a la
legua que les molesta todo lo que sepa, huela o se vea como pueblo.
Claro que Capriles ha sacado un buen resultado. Pero no por méritos
propios, sino por acumulación de los errores del chavismo.
Nicolás
Maduro, un conductor de autobús que ha hecho su grado y su posgrado
en la política (cuidado con los elitistas: ¿cuántos licenciados y
doctores no han arruinado países?), tiene la experiencia suficiente
como para continuar el proceso e, incluso, superar los cuellos de
botella en los que se ha detenido. Como sindicalista, como diputado,
como Presidente de la Asamblea, como Canciller, como Vicepresidente.
Si Chávez lo escogió entre un gran abanico de posibilidades no fue
por capricho. El Presidente fallecido tardó demasiado en pensar en
su sucesión. Pero cuando la enfermedad le puso en la urgente
tesitura de hacerlo, la formación de Maduro ya era un hecho. En su
intervención el día de las elecciones desde su colegio electoral,
Maduro demostró que ya estaba preparado. Los tics de emulación de
su maestro quedaron atrás. Apareció, de pronto, él mismo. Algo
tarde, pero un Maduro completo ya estaba ahí. Sus gestos, su
discurso, su temperamento, su tranquilidad. Él, como la mayoría del
pueblo, "le ha cumplido a Chávez". Ahora ya puede
continuar solo. El gran reto de suplir a un Presidente "gigante"
-es lo que ha sido Chávez, pese a los errores y todo lo pendiente-
lo ha sabido hacer con bien. No parecer que se renunciaba a su
legado; no parecer un simple clon del Comandante. Y el pueblo de
Venezuela ha sido claro: acompañábamos a Chávez, pero también
acompañábamos un proyecto. Cierto que la oposición ha sacado su
mejor resultado. Pero Maduro ha sacado 300.000 votos más.Edwin Montilva / REUTERS
Los
retos de Maduro son grandes. Cuando en el mitin de cierre de campaña
se hizo acompañar de todo su tren ministerial estaba lanzando un
primer mensaje claro: somos un equipo. El
carisma de Chávez va a ser sustituido por política.
El segundo mensaje no era menos contundente: desde el día después
de las elecciones, Maduro va a recorrer el país durante dos semanas,
escuchando al pueblo, sus quejas, sus necesidades, sus deseos de
colaboración. Casi el 50% de los electores no ha entendido la
propuesta de Maduro. Corresponde, pues, explicarla. Y, al tiempo,
construyendo los nuevos acuerdos que permiten gobernar un país.
Maduro
heredó de Chávez su señalamiento como la persona encargada de
continuar la revolución bolivariana, pero con ese legado no venía
incluido el acuerdo que trenzó Chávez en estos catorce años. Le
corresponde al nuevo equipo de Gobierno construir el nuevo bloque y
lograr hegemonía gracias a la incorporación de grupos,
sensibilidades, profesiones, partidos, ámbitos geográficos, etc. Es
aquí donde existe más riesgo de fractura en cualquier proceso de
cambio, de manera que la voluntad demostrada de hilar todos estos
asuntos indica sensibilidad política y buen tino. El tercer mensaje
es igualmente contundente: ningún
acuerdo con la "burguesía"
(es decir, con quienes apuesten por aprovecharse del trabajo de los
demás) ni
con el imperio
(los vecinos del norte, siempre conspirando para desestabilizar a los
desobedientes, pero también las empresas transnacionales, que creen
que cualquier territorio es un mercado y les pertenece). En cuanto al
programa, Maduro sabe, como miembro de diferentes Gobiernos de
Chávez, que hay tres problemas urgentes: la inseguridad, la
corrupción y la ineficiencia. Tres problemas estructurales,
históricos, de muy difícil solución pero donde el proceso se juega
su credibilidad popular una vez que todos los demás logros pronto se
verán ya como derechos adquiridos. La crisis económica mundial
terminará llegando a América Latina, y en ese escenario es esencial
que el entendimiento entre el pueblo y el gobierno sea total. Para
ello, la transparencia y la probidad del comportamiento gubernamental
son condición sine
qua non.
Todo
esto sólo se podrá lograr con la participación popular y con una
apertura inmensa a la crítica y a la autocrítica. La desaparición
física de una figura tan presente como la de Chávez, abre mucho
espacio para muchas cosas. En un mundo sin modelos, la frase de Simón
Rodríguez "inventamos o erramos" sigue siendo radicalmente
válida. El vivencialismo o experimentalismo es más relevante que la
repetición de modelos que han demostrado su invalidez. Por eso, el
proceso bolivariano necesita tener mucha cintura para escuchar todos
los mensajes que le vengan desde todos los ángulos afines al
proceso. De la misma manera que tiene que aprender a compartir desde
el Estado cuotas de poder que deberán ser entregadas al poder
comunal. De lo contrario, el Estado se irá burocratizando cada vez
más, y la crítica quedará en manos de los enemigos del proceso. En
ambos casos, la consecuencia será la imposibilidad de construir una
nueva hegemonía.
Venezuela
ha tenido éxito, a diferencia de lo que ha sido la norma en la
izquierda latinoamericana, por cinco razones. La transformación ha
venido acompañada de redistribución de la renta (posibilitada por
el alto precio del petróleo y la voluntad de repartirlo), ha sido
democrática, tanto en términos electorales como de democracia
participativa, ha venido en forma de ola regional, ha gozado de las
posibilidades que brindan las nuevas formas de comunicación y no ha
generado un rechazo extremo como ocurrió con el comunismo en los
años 20 y 30. Pero al ser una "revolución" electoral,
siempre se la juega en el último embate. Este último quizá haya
sido el más difícil, al estar marcado por la ausencia del fundador
de la V República. También ha sido superado. Europa seguirá, en
cualquier caso, criticando a Venezuela. Algo siempre más socorrido
que ver las miserias propias.
La
difficile costruzione del Socialismo in Venezuela
di Juan
Carlos Monedero
Lo
scenario presentato dall’opposizione al chavismo durante la breve
campagna elettorale ha raggiunto apici apocalittici: quattordici anni
di Governo (con quasi due generazioni che hanno conosciuto governi
chavisti), la morte del carismatico leader e la sostituzione con
qualcuno che non è Chávez (cosa d’altronde evidente),
blackout elettrici e problemi di somministrazione alimentare
(provocati dai sabotaggi, anche se non lo dicono), una delinquenza
che ha raggiunto livelli molto alti, innalzamento dei prezzi (dove le
responsabilità degli accaparratori e speculatori sono evidenti,
altra aspetto che non si evidenzia), corruzione nell’amministrazione…
E, senza alcun dubbio, Nicolás Maduro ha vinto le elezioni. con
un risultato al quale il chavismo non è certo abituato (ottenendo
sempre un vantaggio di una ventina di punti), che però non è
lontano da quello ottenuto da altri presidenti (Calderón, Bush).
Maduro ha vinto le elezioni e l’opposizione, como è stato di norma
dal 1998, non riconosce il risultato. La destra pensa sempre che il
potere le appartiene.
Per
comprendere la vittoria di Nicolás Maduro è necessario
lasciare da parte le consunta scienza politica e darsi invece alla
letteratura (per esempio, Los pasos perdidos, di Alejo Carpentier).
Ci si renderebbe conto in questo modo, che i ritmi del mare, dei
fiumi infiniti e della terra non sono quelli delle fabbriche e delle
autostrade. Sarebbe di aiuto inoltre, comprendere la logica delle
telenovelas — nelle quali si reinventa costantemente il mito della
Cenerentola, adesso con giudici ed eredità in mezzo — o anche il
perché della necessità popolare dei santi quotidiani, quelli che
danno la forza a coloro che si alzano alle quattro del mattino per
andare al lavoro, un lavoro che li impegnerà tutta la giornata e per
il quale riceveranno un salario che sarà sufficiente per andare a
Disneyworld. Aiuterebbe altresì, comprendere l’umiliazione
accumulata del popolo di fronte ai mantuanos e agli stranieri e la
dignità recuperata grazie a qualcuno che era dei loro (pensate ai
Santi innocenti di Miguel Delibes, moltiplicatelo per dieci,
aggiungeteci il razzismo storico verso i neri e gli indios, conditelo
con la penetrazione imperiale nordamericana; vi avvicinerete quindi a
ciò che è stata la storia dell’America Latina negli ultimi
secoli). In una assemblea comunale una donna venezuelana dice ad
un’altra: “¡Chica, parli come Chávez!”, e lei le risponde:
“No. In verità è che Chávez parla come parliamo noi”. Non ci
sono bambini denutriti nelle strade del Venezuela e nelle scuole si
affidano loro libri e computers portatili. Nell’ultimo anno sono
state consegnati 200.ooo alloggi. Inoltre, i Venezuelani, non hanno
più vergogna di essere venezuelani. Nell’editoriale di un
periodico globale e disorientato di affermava: il populista Chávez
spende il denaro del petrolio in educazione, per la sanità, in
pensioni, in case popolari. Ovvio, chiunque vincerebbe in questo modo
le elezioni.
Perché
la sinistra avanza il America latina mentre in Europa precipita?
Potrebbe essere che in Europa continua a disprezzare ciò che non
conosce. A nulla serve la scuola di Francoforte che mette in guardia
di fronte all’orrore moderno nel momento in cui usa la razionalità
in maniera totalmente strumentale — nemmeno fosse Terminator—.
Non le è servito neppure il buono che c’è in Bauman ed il
suo scommettere sul liquido, sul suo ammonimento sul fatto che esiste
una linea quasi retta tra il pensiero della Modernità ed i forni
crematori di Auschwitz. L’Europa continua a commettere
“epistemicidi”, facendo del pensiero lineare una strada che non
porta da nessuna parte, misurando il mondo con il suo eurocentrico
bastone di comando.
Il
Venezuela bolivariano continua a darle l’impressione dei discepoli
delle dottrine filosofiche troppo frivole. Un presidente che canta?
Un leader che ride con il suo popolo? Un dirigente che spende il suo
tempo sporcandosi di fango nelle zone più umili? E come se non fosse
abbastanza adesso anche un Presidente conducente di autobus! Se
intendessero l’emotività di questo processo, capirebbero che non
si può sconfiggere il sogno dei poveri con un piccolo borghese
che solo ieri diceva che avrebbe cacciato i medici cubani ed oggi
promette di dare loro la cittadinanza, che ieri voleva mettere in
carcere o rendere ineleggibile Chávez ed oggi si dichiara un suo
fervente discepolo, che ieri insultava le missioni sociali ed oggi
dice che vuole potenziarle. E lo dice circondandosi di gente di
plastica — come cantava Rubén Blades— per la quale è
evidente il fastidio che mostrano per tutto ciò che ha a che vedere
con il popolo. Risulta chiaro che Capriles ha ottenuto un buon
risultato. Ma non certo per proprio merito, piuttosto per la somma
degli errori del chavismo.
Nicolás
Maduro, un conducente di autobus che
Le
sfide di Maduro sono grandi. quando nell’incontro di chiusura della
campagna si è fatto accompagnare da tutto il collegio ministeriale
ha lanciato un primo messaggio: siamo un gruppo. il carisma di Chávez
sarà sostituito con la politica. Il secondo messaggio non era meno
contundente: dal giorno successivo alle elezioni, Maduro comincia il
giro del paese per due settimane, ascoltando il pueblo, le sue
rimostranze, le sue necessità, i suo desideri di collaborazione.
Quasi il 50% degli elettori non ha compreso la proposta di Maduro.
Quindi è necessario spiegarla. E, contemporaneamente, costruendo i
nuovi accordi che permettano di governare il paese.
Maduro
ha ereditato da Chávez la sua indicazione como la persona incaricata
di continuare la Rivoluzione bolivariana, però con questa
eredità non è incluso l’accordo che ha intrecciato Chávez
in questi 14 anni. Obbiettivo del nuovo gruppo di governo è
costruire il nuovo blocco e conquistare l’egemonia grazie
all’inclusione di gruppi, sensibilità, professioni, partiti,
ambiti geografici, ecc. Qui è dove esiste il rischio maggiore di
rottura in qualsiasi processo di cambiamento, in maniera tale che la
volontà dimostrata di connettere tutte queste questioni indica
sensibilità politica e buona accortezza. Il terzo messaggio è
ugualmente importante: nessun compromesso con la “borghesia”
(cioè con coloro che scommettono per approfittarsi dle lavoro degli
altri) né con l’impero (i vicine del nord cospirano sempre per
destabilizzare chi disobbedisce, ma anche le imprese
transazionali,che credono che qualsiasi territorio gli appartenga e
che sia un loro mercato). Per quanto riguarda il programma, Maduro
sa, in quanto membro di diversi Governi di Chávez, che ci sono tre
problemi urgenti: l’insicurezza, la corruzione e la inefficienza.
tre problemi strutturali, storici, di difficile soluzione ma dove il
processo si gioca la sua credibilità popolare una volta che tutte le
altre conquiste saranno percepiti presto come diritti acquisiti. La
crisi economica mondiale avrà le sue ripercussioni anche in America
Latina, e in questo scenario è essenziale che l’intesa tra il
popolo ed il governo sia totale. Per questo, la trasparenza e il
comportamento probo del governo sono condizioni sine qua non.
Tutto
ciò si può solo conquistare con la partecipazione popolare ed una
immensa apertura alla critica e all’autocritica. La scomparse
fisica di una figura tanto presente come quella di Chávez, apre moti
spazi per molte cose. In un mondo senza modelli, la frase di Simón
Rodríguez “inventiamo o sbagliamo”continua ad essere
radicalmente valida. Il vivere e l’esperire sono sempre più
importanti che la pedissequa ripetizione di modelli che hanno
dimostrato la propria inadeguatezza. Perciò, il processo bolivariano
ha bisogno di averemo molta corda per ascoltare tutti i messaggi che
provengono da tutti gli angoli affini al processo. Allo stesso modo è
necessario imparare a condividere, da parte dello Stato, quote di
potere che dovranno essere concesse al poder comunal. In caso
contrario, lo Stato si burocratizzerà sempre di più, e la critica
sarà un arma consegnata nelle mani dei nemici del processo. In tal
caso, la conseguenza sarà l’impossibilità di costruire una nuova
egemonia.
Il
Venezuela ha avuto successo, a differenza di quella che è stata la
norma della sinistra latinoamericana, per cinque ragioni. La
trasformazione è stata accompagnata dalla redistribuzione della
rendita (grazie all’alto prezzo del petrolio e la volontà di
condividerlo), è stata democratica, tanto nei termini elettorali,
come per la democrazia partecipativa, si è sviluppata come un’onda
regionale, ha goduto delle possibilità offerte dalle nuove forme di
comunicazione e non ha generato un rifiuto estremo come è accaduto
con il comunismo negli anni 20 e 30. Ma, essendo una “rivoluzione”
elettorale, se la gioca sempre nell’ultimo incontro. Quest’ultimo,
forse, è stato ilo più difficile, essendo segnato dall’assenza
del fondatore della V Repubblica. Anche se è stato superato. In
qualsiasi caso l’Europa continuerà a criticare il Venezuela. Che è
sempre qualcosa di più comodo che guardare alle proprie miserie.
Publicato
originalmente in Público.es
[trad.
dal castigliano di Ciro
Brescia]
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